Ser humano también es pedir ayuda

 El otro día, mientras estaba leyendo, me encontré con una frase que me dio mucho que pensar. Decía algo así como que todos los seres humanos nos necesitamos los unos a los otros. Al principio pensé que era algo obvio y no le di mucha importancia, como solemos hacer con muchas frases que suenan “bonitas” pero que no terminamos de digerir y acabamos pasando sin volver a ellas. Sin embargo, cuando terminé de leer y me puse a hacer otras cosas, me descubrí pensando en ella todavía. Y ahí fue cuando me paré a pensar: ¿De verdad nos necesitamos tanto? ¿No somos seres independientes que podemos apañarnos solos?

Vivimos en una sociedad que nos empuja constantemente a demostrar que somos fuertes, que no debemos depender de nadie y que podemos con todo. Desde pequeños se nos inculca a no molestar, a no ser “una carga”, a intentar apañar las cosas solos… Así vamos creciendo con la idea de que necesitar a alguien es sinónimo de fracaso. Quien pide ayuda es débil. Que quien se apoya en otros ha perdido. Y no, nunca nos lo dicen de esa manera, pero siempre nos lo hacen entender así.

Pero lo cierto es que eso no es más que una gran mentira que hemos dado por hecho que es verdad, cuando lo humano está en lo contrario: en reconocernos necesitados, en ser incompletos, en entender que solos no podemos con todo y que no pasa nada si a veces estamos mal y pedimos ayuda. La frase que leí no era solo algo bonito, era real. Porque todos y todas, en algún momento, vamos a necesitar de otro ser humano. Y no es algo malo. De hecho es lo más natural del mundo. Se nos educa siempre con ser independientes pero también con la frase de “nadie es perfecto”. Una paradoja muy común. Porque entonces, si no somos perfectos, a veces necesitamos ayuda para mejorar.

Pensamos que la independencia es una virtud, cuando en realidad, la verdadera fortaleza está en permitirnos ser vulnerables y pedir ayuda cuando no podemos solos sin sentir ningún tipo de vergüenza. Está en mirar a otro y confiarle un pedazo de nuestra carga. En reconocer nuestras emociones y compartirlas con los demás. Porque nadie ha llegado hasta donde está sin haber sido sostenido alguna vez por los demás.

Y cuando hablamos de ayudar, no hace falta algo muy significativo. Simplemente con pequeños gestos podemos ayudar: una conversación, un mensaje a tiempo, una mirada… detalles pequeños que son más grandes de lo que nos imaginamos.

Pedir ayuda no nos hace menos. Nos hace más humanos, más conscientes, más sabios. Es un acto de humildad, pero también de coraje. Porque abrirse a otro, confiar en que estará ahí, es un riesgo. Pero es un riesgo que vale la pena. Al final, es más valiente alguien que pide ayuda a alguien que no la pide y se enfrenta a todo solo aún sabiendo que es casi imposible.

Y quizás por eso aquella frase se me quedó clavada en la mente: porque me recordó que estamos hechos para acompañarnos. Somos un animal político, como bien decía Aristóteles. Lo que nos une como especie es la capacidad de hacer las cosas juntos y vivir en sociedad. Y eso es lo que nos define por excelencia a los seres humanos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La guardería de los horrores: mirar y callar

Lo que nos duele

El nuevo desprecio a la democracia