El nuevo desprecio a la democracia
El voto es la herramienta más poderosa de la democracia. En teoría, elegimos a nuestros representantes para gestionar el bien común, para tomar decisiones que mejoran nuestras vidas. Pero, ¿qué pasa cuando esos mismos representantes dejan de gobernar para el pueblo y empiezan a jugar entre ellos como si la política fuera un tablero de ajedrez?
Un ejemplo reciente de esto es el rechazo a la creación de
la Agencia Estatal de Salud Pública en el Congreso de los Diputados. Esta agencia
estaba diseñada para mejorar la prevención de enfermedades y la gestión de futuras
crisis sanitarias en el país. Sin embargo, su aprobación fue bloqueada no por
falta de necesidad o de desacuerdo, sino por un estilo de venganza política:
partidos políticos que inicialmente apoyaban la propuesta cambiaron su voto en
el último momento como revancha contra el Gobierno por otras disputas.
La política, a menudo, parece más un juego de poder y de
egos que un proceso para mejorar la vida de los ciudadanos y ciudadanas. En
este juego, los partidos políticos no actúan como representantes del pueblo,
sino como piezas en un tablero, movidos por sus intereses propios. El rechazo a
la Agencia Estatal de Salud Pública es un claro ejemplo de esto: una medida que
podría haber sido crucial para la gestión de crisis sanitarias y la protección
de la salud pública fue bloqueada por partidos que, en vez de evaluar la
propuesta y votar a favor de los ciudadanos, la utilizaron como arma para
saldar cuentas políticas internas. Fueron dos los partidos que, inicialmente,
estaban de acuerdo con esta agencia hasta que en el momento de la votación en
el Congreso votaron en contra. Estos no votaron en contra por un desacuerdo con
su contenido, sino que fue una forma de presionar al Gobierno con otras cuestiones
y así poner en práctica el “ojo por ojo y diente por diente”.
En un país democrático, el voto del ciudadano es un acto de
confianza. Los ciudadanos y ciudadanas demuestran su confianza en aquellos a quienes
eligen, esperando a que actúen en su beneficio y no en su propio interés. Sin
embargo, el rechazo a la agencia demuestra cómo esa confianza puede ser
fácilmente traicionada cuando los políticos anteponen sus luchas internas a las
necesidades de aquellas personas que les han votado. En lugar de llegar a
acuerdos por el bien de aquellos quienes le han dado su confianza, ellos
deciden generar dramas políticos olvidándose de todo lo demás. La decisión de
bloquear una medida crucial, que incluso tenía el apoyo de los ciudadanos y
distintas organizaciones, muestra un desprecio hacia el mandato que el pueblo
les otorgó. Los políticos deciden actuar en función de sus intereses sin considerar
que las vidas de millones de personas dependen de sus decisiones. ¿Hasta qué
punto es legítimo que quienes fueron elegidos para servir a la sociedad,
utilicen su poder para crear y llevar a cabo enfrentamientos entre distintos
partidos?
La política no es un espectáculo ni un juego en el que los
partidos políticos van en contra. Son las vidas de las personas las que están
en juego, y la política debe ser un espacio donde las decisiones se tomen en
función de si hace bien o no a la ciudadanía. Sin embargo, cuando vemos este
tipo de comportamientos que provienen de los representantes políticos, la
confianza que hemos puesto en ellos se va perdiendo. ¿Hasta cuándo van a seguir
usándonos para sus enfrentamientos?
Como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de exigir más.
No podemos permitir que los intereses de los partidos sean superiores a nuestras
necesidades reales. Debemos presionar para que actúen a nuestro favor y no al
suyo. Si no somos nosotros y nosotras quienes se levantan ante estas
injusticias, no podemos esperar un país democrático estable y una sociedad que
confíe en un sistema que les da la espalda. Si permitimos que la política se
convierta en un juego de venganza, no podemos sorprendernos cuando los únicos perdedores
seamos nosotros/as.
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