El miedo detrás del esfuerzo

Desde pequeña, siempre he sido esa persona que saca buenas notas. La que se esfuerza, la que va más allá, la que se propone retos complicados pero pretende lograrlos, la que quiere hacerlo todo bien. Y, sin darme cuenta, me convertí en esa persona que intenta ser perfecta siempre. Perfecta para los profesores, para mi familia, para mis amigos y para el mundo. Como si llevarlo todo bajo mi control fuese mi manera de sentir que valgo.

Y en parte es así. Me gusta hacer las cosas bien. Me gusta sentirme capaz. Pero también hay algo muy agotador que nadie ve (ni siquiera yo) detrás de todo eso. Porque cuando la gente se acostumbra a que seas “la que lo tiene todo”, empiezan a esperar cosas de ti que a veces ni siquiera te representan. Como cuando mi hermana se graduó en el grado de enfermería: todo el mundo (familiares, amigos de mi hermana, exprofesores de mi hermana…) me decía que yo quería ser enfermera como ella. Como si fuera una norma y estuviera escrito. ¿Y si no quiero eso? Nunca me ha gustado el mundo de la ciencia ni, mucho menos, la medicina. Hace unos años me di cuenta que mi vocación es la literatura y la lengua castellana. Por eso, quiero estudiar Filología Hispánica. Algo totalmente distinto a lo de mi hermana, pero igual de válido. Cuando comenzó a decirlo, la gente se quedaba pensando: como si estuviera cometiendo una locura. Amigos de mis padres, de mi hermana, gente de mi familia… ¿Y si yo no quiero parecerme a mi hermana, por mucho que la quiera? ¿Y si, simplemente, quiero ser yo?

Ahí es cuando aparece el miedo. Miedo a decepcionar. No solo a mi familia, que siempre me ha apoyado en mis decisiones. Es más bien una sensación general, como si el mundo me hubiera adjudicado un papel y yo no supiera contradecirlo para no hacer daño. Es frustrante sentir que lo que tú quieres no encaja con lo que los demás esperaban. Y aunque ya lo acepten y lo vean normal, duele saber cómo les ha tomado un tiempo a algunos para eso. Lo peor de todo esto son las dudas que me genero a mí misma. Cómo se alimentan mis miedos a defraudar, aunque en el fondo sabes que estás bien encaminada y estás en el camino que tú quieres y deseas.

La autoexigencia no es solo querer hacerlo todo bien. A veces es miedo disfrazado de esfuerzo. Miedo a no estar a la altura. A que te vean fallar cuando tú misma has creado una imagen de “perfección” cuando ni siquiera existe la perfección. Todo esto se mete dentro y te hace preguntarte muchas cosas sobre la suficiencia.

Ahora estoy empezando (o intentando) comprender que ser perfecta no debería ser mi objetivo. Puedo equivocarme, puedo hacer cosas que a los demás no les cuadre y, sobre todo, puedo caerme siempre que luego me consiga levantar. Intento comprender que ser humana, con mis errores, con mis dudas y mis decisiones propias ya es completamente valioso. No quiero vivir una vida en la que siempre intente agradar al resto sin preocuparme de si lo que hago o dejo de hacer hace que yo sea feliz. Quiero tener el valor de elegir mi camino y mis gustos sin mirar a la gente de mi alrededor para que me den el visto bueno. Solo quiero ser yo y siempre trabajando en mi mejor versión, siempre que me mire en todo momento a mí misma.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La guardería de los horrores: mirar y callar

Lo que nos duele

El nuevo desprecio a la democracia